Mentecato y patán como es, Donald Trump ordena la ofensiva construcción del muro, en cuya idea se trepó para alzarse con la Casa Blanca, el mismo día en que los enviados del gobierno mexicano (el jefe de la Oficina de la Presidencia y los secretarios de Relaciones Exteriores y Economía) comienzan a explorar (en tauromaquia tantear: serie de suertes anteriores a la faena para conocer el estado y temperamento de la bestia) la vereda que conduce al campo de batalla en que se definirá la nueva relación bilateral.
Asociada todavía del TLC, Canadá ya dejó claro que negociará por su lado y lo mismo hará México, me dijo Luis Videgaray ayer (El asalto... en tv), poco antes de viajar a Washington.
La premisa fijada por Enrique Peña Nieto como estrategia para las negociaciones es la de “ganar-ganar” ambas naciones, pero Trump no entiende así las relaciones.
Para el déspota, de lo que se trata es que haya un solo ganador.
El banderazo al muro cuando llegan los enviados de Peña es una bofetada más.
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