Hace una década, Mónica González Islas recorría el país con su cámara para hacer reportajes sobre los lugares más luminosos de México. Aquellos oscurecidos por la inseguridad estaban más o menos definidos en el mapa. Hoy, cuando la sombra del miedo y la zozobra se desplaza impunemente a lo largo y ancho del territorio, cuando las herramientas periodísticas tradicionales parecen rebasadas por el horror y la barbarie, propone una nueva forma de narrar lo que habita en las entrañas del dolor.
Si la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad que Mónica cubrió, dio visibilidad a las víctimas de la violencia en México, su proyecto Geografía del dolor —web documental interactivo, libro y exposición fotográfica— hace énfasis: ya no en el dato, sino en la historia; ya no en la cifra, sino en la investigación; ya no en la violencia, sino en las consecuencias de ésta en la vida de familias y comunidades que han sido mutiladas por la desaparición o muerte de un joven, una niña, una pareja, un líder, un trabajador, un estudiante, un policía…Todos, hijos o padres de alguien cuya ausencia, de un día para otro, deja en los suyos incertidumbre, desesperación y una ola expansiva de tristeza y desconfianza en las instituciones. Pero también estelas de pobreza y desamparo, porque en la búsqueda de un hijo se van la vida, las pertenencias, y muchas veces los lazos familiares y comunitarios.
Luego de la primera etapa de su proyecto (Premio Nacional de Periodismo 2011), Mónica y su equipo Sacbé —integrado por Javier García, Iván Castañeda y Alejandra Saavedra— viajaron a Sinaloa, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, San Luis Potosí, Tamaulipas, Zacatecas, Querétaro, Jalisco, Estado de México, Michoacán y Guerrero para documentar, en audio, video y fotos, 14 historias contadas por el familiar de alguien que desapareció en una carretera, en un bosque, en plena calle, dentro de una patrulla o porque se lo llevaron de su casa.
Las narraciones orales, de diez minutos cada una, van acompañadas de imágenes del contexto y postales de los familiares dirigidas a quien ya no está, donde cuentan la vida desde su ausencia y prometen buscarlo sin descanso. Lejos del sensacionalismo, que exalta la barbarie y revictimiza a la gente, están la dosificación, la sutileza, la estética, el respeto y la carga emocional del testimonio. Lejos de quienes pretenden borrar las huellas de la memoria, Mónica González opta por darle sentido.
Geografía del dolor nos dice: “todos estamos dentro de las consecuencias”. Y sobre todo los jóvenes: los que ya no pueden salir a divertirse o a manifestarse sin riesgo; los que están hasta arriba en el índice de víctimas de asesinatos, desapariciones y reclutamientos por parte del crimen organizado y hasta abajo en las prioridades del Estado; los que ayer marcharon en solidaridad con los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa desaparecidos…
A ellos se dirige este proyecto que, en solo cuatro días a partir de que se subió a internet el viernes pasado, alcanzó cerca de 3 mil visitas desde México, Estados Unidos, Europa y Latinoamérica. Porque urge entender. Y ésta es una gran lección de periodismo.
adriana.neneka@gmail.com