“¡Impuso aranceles a países extranjeros para proteger a los trabajadores estadounidenses!, dijo el presidente de EU a una multitud que lo ovacionaba en Tennessee el mes pasado en el 250 aniversario del nacimiento de Jackson. “Eso suena muy familiar. ¡Esperen a ver lo que va a suceder muy pronto, amigos!”.
Pero el paralelo histórico debe ser uno incómodo para Trump. En lugar de un triunfo político para Jackson, los aranceles fueron la causa de la crisis que persiguió su presidencia y casi rompió la unión.
El “arancel de abominaciones” de 1828 sobre productos manufacturados de importación que introdujo el predecesor de Jackson y rival cosmopolita, John Quincy Adams, a instancias de los industriales del norte y odiado por el sur agrícola del país, en parte porque temían que podría llevar a una guerra comercial en la que Inglaterra podría tomar represalias contra el algodón estadounidense. Llevó a Carolina del Sur a amenazar con separarse.
También significó que Jackson decepcionó a los proteccionistas al pasar gran parte de su primer mandato en la Casa Blanca trabajando para derogar el arancel.
“Es un poco extraño invocarlo como el gran sacerdote del proteccionismo”, dice Douglas Irwin, experto en historia del proteccionismo estadounidense, quien enseña en Dartmouth College.