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La mala decisión de Trump sobre París

La hostilidad hacia la ciencia y una visión estrecha de los intereses motivaron el repudio, pero su discurso fue característico de falsedades y resentimiento.

Estados Unidos (EU) es una superpotencia deshonesta. Su decisión de renunciar al acuerdo climático que se alcanzó en París en diciembre de 2015 lo demuestra. La pregunta es cómo responder.

La negación del calentamiento global provocado por el hombre es un artículo de fe para muchos republicanos: La hostilidad de Trump a la acción no es una idiosincrasia. Pero, un cabildeo inteligente fortalece la incredulidad. El debate tiene paralelismos con los peligros del tabaco y el plomo. En esos casos, también, el cabildeo explotó todas las incertidumbres. Los argumentos para tomar acciones sobre el clima son tan fuertes como los del tabaco y el plomo. Pero la ofuscación una vez más ha sido efectiva.

HR McMaster y Gary Cohn, asesores de Trump en seguridad y economía, escribieron: “El presidente se embarcó en su primer viaje al extranjero con una visión clara de que el mundo no es una ‘comunidad global’, sino un escenario donde las naciones, los actores no gubernamentales y las empresas participan y compiten por ventaja. Llevamos a este foro una fortaleza militar, política, económica, cultural y moral sin igual. En lugar de negar esta naturaleza elemental de los asuntos internacionales, los abrazamos”. Estos, debemos recordar, son los “adultos” en la Casa Blanca.

La tierra no es solo un escenario. Es nuestro hogar compartido. No pertenece a una nación, ni siquiera a una tan poderosa. Cuidar el planeta es una responsabilidad moral de todos.

La hostilidad hacia la ciencia y una visión estrecha de los intereses sentaron las bases para el repudio que tuvo Trump hacia el acuerdo de París. Pero su discurso fue una mezcla característica de falsedades y resentimiento.

Por lo tanto, Trump declaró que “a partir de hoy, Estados Unidos dejará de implementar totalmente las aplicaciones del acuerdo de París no vinculante y las cargas financieras y económicas draconianas que el acuerdo impone a nuestro país”. Sin embargo, un acuerdo “no vinculante” difícilmente puede imponer cargas financieras y económicas draconianas. De hecho, el punto del acuerdo fue que cada país debería presentar su propia “contribución determinada nacionalmente”. El mecanismo subyacente del acuerdo de París era presión de grupo, encaminada a lograr un objetivo global. No hubo coerción.

Trump también argumentó que el acuerdo tendría poco efecto sobre el clima. Como tal, eso es verdad. La principal razón para esto es que los participantes significativos -como EU- no estarían de acuerdo en nada más. Argumentar en contra de la adhesión a un acuerdo porque no es efectivo, cuando la recalcitrancia de un país lo ayudó a hacerlo así, es absurdo.

Trump dijo: “No queremos que otros líderes y otros países se rían de nosotros. Y no lo harán. No lo harán”. Esa es una fantasía paranoica. EU es el segundo mayor emisor de dióxido de carbono del mundo. Sus emisiones son 50% más grandes que las de la Unión Europea, y sus emisiones per cápita son el doble de las del bloque o las de Japón. Lejos de que otros lo están explotando, como sugiere Trump, EU emite una cantidad exorbitante. La cooperación estadounidense no es una condición suficiente para manejar los riesgos climáticos. Pero es necesaria. Este repudio no es asunto de risa.

Ya que el acuerdo se basa en los compromisos nacionales, el camino sensato para EU sería permanecer en el proceso y presionar por planes mucho más ambiciosos. Podría vincular sus esfuerzos con lo que otros, como China, están dispuestos a hacer. Pero ahora, fuera del marco, no logrará nada de eso. Tampoco tiene una verdadera posibilidad para negociar otro marco. Los compromisos deben evolucionar. El marco no.

En la década de 1920, EU repudió la Sociedad de Naciones. Eso llevó al colapso del acuerdo posterior a la primera guerra mundial de Europa. Ahora, se retira de un compromiso compartido para proteger nuestro planeta. Los ecos son inquietantes.

Es verdad, 12 estados de EU, que generan más de un tercio del producto interno bruto, y 187 ciudades estadounidenses, se comprometieron a reducir para 2025 sus emisiones entre 26 y 28% por debajo de los niveles de 2005, como lo prometió el país durante el mandato de Barack Obama. Sin embargo, aunque deseable, no puede reemplazar un compromiso por parte de EU, como argumenta el exsecretario del Tesoro, Hank Paulson.

Los optimistas también argumentan que los avances tecnológicos en las energías renovables son tan rápidos que las decisiones políticas tal vez no importan: tan solo la economía llevará a la necesaria descarbonización de las economías. Esto todavía se ve poco posible. Los incentivos y otras intervenciones siguen importando, sobre todo porque las decisiones de inversión tienen un efecto duradero. La infraestructura que construímos hoy dará forma al uso de la energía durante décadas.

Los participantes restantes en el acuerdo deben mantener su planes. También deben encargar un análisis de cómo lidiar con los aprovechados. Todo se debe considerar, incluso las sanciones.

Mientras tanto, los estadounidenses que entienden lo que está en juego, tienen que luchar contra la irracionalidad y el derrotismo que llevó a esto. Si algún país tiene los recursos para lograr un éxito en la transición de energía, es el suyo.

EU no puede hacerse “grande” al rechazar la responsabilidad global y acoger el carbón. Eso es arcaico. La apelación de Trump a la irracionalidad, la xenofobia y el resentimiento es algo aterrador. El mundo debe luchar y confiar en que a los estadounidenses una vez más serán conmovidos, en las gloriosas palabras de Abraham Lincoln, “por los mejores ángeles” de su naturaleza.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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