Días feriados: Encuentros y despedidas

Del jueves para acá no van quedando más que despedidas, si bien al mismo tiempo la FIL se convierte en un tumulto sólido cuyo rumor ya no habrá de apagarse, y de hecho crecerá exponencialmente.


"La hora del encuentro es también despedida", sentencia la canción de María Rita, y uno de pronto piensa en la fatal brevedad de estos días en los que nadie sabe bien a bien dónde está su cabeza. Corremos a toda hora, con la rara cosquilla de sabernos atrás de la agenda del día. Queda a veces la opción de escaparse por un par de horas de la turbamulta, mas éstas pasan raudas y al cabo es como si la misma fuga resultara otra escala apresurada.

A unas escasas cuadras de la Feria, pido asilo en las mesas del Memín y me miro rodeado de fugitivos, la mayoría con el gafete colgando. Basta una michelada con clamato para instalarse en una realidad alternativa y antojadiza, a la espera de la tostada de ceviche y el aguachile que te sacará lágrimas de picosa alegría. Dichosos, sin embargo, los que logran quedarse más de tres cuartos de hora en aquel socorrido refugio tropical. Se les ve levantarse intempestivamente, perseguidos por esa sensación de insuficiencia que deja toda esta simultaneidad frente a la cual las horas parecen ya minutos y el rezago es el pan de cada día.

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Del jueves para acá no van quedando más que despedidas, si bien al mismo tiempo la Feria se convierte en un tumulto sólido cuyo rumor ya no habrá de apagarse, y de hecho crecerá exponencialmente. Las agendas se aflojan, mientras tanto, y el lobby del hotel se convierte en el punto de encuentro de las almas en pena cuyos quehaceres van adelgazando, solo que es algo tarde para sacarle jugo al tiempo restante. No hay más fiestas, ni cenas, ni jolgorio, y la idea de ir a buscar libros empieza a parecer una osadía. Se camina muy lento y entre tantos humores se diluye el efecto bienhechor del clima artificial.

Vistos los abandonos, es una suerte dar con aquellos colegas rezagados que a estas alturas todavía tienen algo qué hacer en la Feria. De un día para otro, sobra el tiempo y las horas recobran su extensión natural. "¡Nos vemos pronto!", se despiden algunos, si bien la mayoría damos por hecho que será otra ocasión excepcional la que nos reúna, toda vez que la chamba de escritor supone el gran placer de gozar del exilio indispensable, pichicatear las horas de cada día y apenas darse tiempo para extrañar a nadie. ¿Qué haríamos los escribas anacoretas, valga la redundancia, sin el ancho respiro de una Feria del Libro, por más que el tiempo nunca nos alcance?

"El tren que llega es el mismo tren de la partida", observa la citada canción de María Rita, y uno empaca sus chivas entre suspiros largos porque habría querido cumplir con los propósitos que ya dejó pendientes el año anterior (buscar algunos libros, asistir a una que otra presentación, darse una vuelta por Tlaquepaque, entre otras atracciones vedadas por la agenda) y así se nos va el tren, maldita sea. Que conste de una vez que no me quiero ir.


RSE

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Xavier Velasco
  • Xavier Velasco
  • Narrador, cronista, ensayista y guionista. Realizó estudios de Literatura y de Ciencias Políticas, en la Universidad Iberoamericana. Premio Alfaguara de Novela 2003 por Diablo guardián. / Escribe todos los sábados su columna Pronóstico del Clímax.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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