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La universidad se estudia a los 80 años

Felipe Espinosa Tecuapetla cursa una ingeniería en la BUAP; no le importa cuándo concluirá sus estudios, pues —dice— cumple uno de sus más grandes sueños.

Felipe Espinosa Tecuapetla es un poblano de 80 años y desde hace ocho meses es uno de los 54 estudiantes que cursan la ingeniería en procesos y gestión industrial en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP).

Para llegar a clases diariamente se levanta a las 4 de la mañana, toma un breve desayuno y sale de su casa con una sudadera roja, pantalón de vestir azul y un costal de yute blanco en el que carga su almuerzo para después de clases, cuadernos y una computadora portátil que le regalaron sus compañeros.

Diariamente hace un trayecto hasta de dos horas a bordo de un camión que le cobra 25 pesos por dejarlo justo frente al campus universitario.

María Esther Pavón es maestra de Felipe desde primer semestre y cuenta que durante todo este tiempo se ha convertido en un ejemplo para los alumnos.

“Sus clases inician a las 9 de la mañana, sin embargo, él llega con una hora de anticipación para repasar los apuntes y tareas del día anterior. Siempre es muy respetuoso, cumple con todas sus tareas y diariamente les deja una lección a sus compañeros”.

Felipe cuenta a MILENIO que al ser aceptado en la universidad está cumpliendo uno de sus más grandes sueños. El también vendedor de chile y café señala que no le importa la edad ni cuánto tardará en concluir sus estudios.

“El tener 80 años no es el fin de la vida; es mentira que solo se estudia de joven. Siempre hay tiempo para aprender y cuando uno tiene ganas, nada es imposible” comenta.

Para ingresar a la BUAP, don Felipe, como lo llaman sus compañeros, tuvo que realizar un examen de admisión sobre conocimientos básicos que se adquieren en bachillerato. La prueba se realizó en un aula electrónica y ninguno de los académicos ni directivos de la institución lo conocían.

Según cuenta el jefe de carrera, don Felipe fue uno de los 800 alumnos que participaron por uno de los 54 lugares disponibles en la ingeniería. Señala que ellos no sabían nada del “alumno extraordinario” y que se enteraron hasta que el primer día de clases la maestra Esther ingresó al salón y lo vio sentado juntos sus demás compañeros de entre 18 y 20 años.

Miguel Casanova es compañero de Felipe, tiene 18 años, y se declara su admirador. “En un principio, pensamos que se convertiría en un problema y que retrasaría las clases, pero con el paso del tiempo descubrimos que no fue así, es muy listo y dedicado. Siempre recurre a nosotros cuando tiene dudas sobre cómo usar el correo electrónico o el WhatsApp, y nosotros recurrimos a él siempre que tenemos dudas sobre la vida”.

Esta no es la primera vez que don Felipe es el alumno mayor en un salón de clases. Después de salir de la primaria, cuando aún era niño, la necesidad le impidió continuar sus estudios, por lo que la secundaria la terminó a los 20 años y el bachillerato a los 35.

Su experiencia laboral tampoco es nula; desde muy pequeño se ha dedicado al campo, a la venta de frutas y hortalizas, fue militar y hasta hace 10 años trabajó en una planta de manufactura de telas y tuberías.

“Cuando la gente escucha que estudio ingeniería se sorprende y me ven raro; supongo que es por los años que tengo.

“Lo cierto es que trabajé mucho desde chico, por eso tengo con qué vivir hoy. Además, mis hijos ya son mayores y, pese a que ellos no aceptan lo que hago, los ignoro y les pido que me dejen vivir. Desafortunadamente, mi esposa murió hace 16 años y ahora me tengo que hacer cargo de mi vida y no tengo ningún problema”, detalla.

Uno de los retos para Espinosa son las herramientas tecnológicas y el cambio generacional.

El maestro Ponce señala que han tenido que hacer énfasis en el uso del correo electrónico y la plataforma de la universidad.

“A don Felipe le cuesta entender que la educación ahora ya no consiste solo en memorizar, sino en realizar debates, analizar problemas y buscar soluciones en grupo, pero aún así no deja de destacar”, dice el profesor.

“Verlo en los pasillos de la biblioteca es como mezclar lo mejor de alguien del pasado con el presente, y eso nos alecciona sobre el tiempo y cómo aprovecharlo”, comenta María Fernanda, una de sus compañeras de clases, quien asegura que siempre que tiene la oportunidad trabaja con él.

El 7 de febrero don Felipe cumplió 80 años. Como muestra de afecto, maestros y estudiantes le realizaron una fiesta sorpresa entre abrazos y pastel.

“Ya lo ve, con ellos me llevo muy bien, escucho bien, veo bien y además no tomo ni fumo, qué más le puedo pedir a la vida”, expresa con alegría Felipe Espinosa.

Las materias de inglés y álgebra son sus favoritas. Sin embargo, asegura que ninguna le disgusta. Todavía le faltan tres años y medio para concluir sus estudios universitarios, pero dice que prefiere no preocuparse por el tiempo.

“Sé que me voy a morir en algún momento, sé que aún me falta mucho, pero si Dios me presta vida, aquí espero a todos los reporteros para cuando me den mi primer empleo como profesional”, bromea y sonríe con los profesores.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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