Tras su recorrido por festivales como Venecia y Toronto, Aún es de noche en Caracas llegó al Festival Internacional de Cine de Morelia con una carga emocional y política que traspasa la pantalla. Dirigida por Mariana Rondón y Marité Ugás, la película retrata una Venezuela asfixiada por el miedo y la represión, pero también habla del desarraigo y de la fragilidad de la libertad, temas que el actor y productor Édgar Ramírez conoce en carne propia.
“En la película logras ver cómo todos son deshumanizados. Todos fuimos víctimas de un espíritu totalitario que quiso deshumanizar. La película habla también de esa pequeña llama de dignidad que subyace en el pecho de todas las personas que son oprimidas y que ese es el espacio íntimo al que los totalitarismos nunca van a tener acceso”, explicó Édgar Ramírez, sobre la historia que convierte el dolor colectivo en un acto de resistencia.
Basada en la novela La hija de la española, de Karina Sainz Borgo, la película retrata el derrumbe moral y social de Caracas durante las protestas del 2017, mismas que dejaron un centenar de muertos. En medio del caos, Adelaida, interpretada por la actriz colombiana Natalia Reyes, debe sobrevivir en una ciudad que se desmoronó. Su historia personal se convierte en metáfora de un país que expulsa a sus ciudadanos y les arrebata su identidad.

“Quisimos que las tragedias de las protestas del 14, del 17 y del 19 en Venezuela estuvieran presentes”, explicó Marité Ugás, una de las directoras del filme, “son imágenes que todos vimos desde nuestras ventanas, son heridas que siguen abiertas, y por eso, todas esas grandes tragedias no se deben olvidar. Lo más fuerte, lo más real y concreto es el miedo que vive en la sociedad. El miedo sí está impregnado en la vida de todos nosotros”.
La voz más personal fue la de Édgar Ramírez, actor y productor de la película, quien compartió su reflexión sobre el desarraigo y la identidad perdida. Su intervención no fue la de una estrella de cine, sino la de un ciudadano que carga con la misma herida que millones de venezolanos dispersos por el mundo. Ramírez habló de su condición de exiliado involuntario, una etiqueta que no eligió, pero que lo define desde hace años.
“No me considero un migrante de lujo porque yo escogí irme de mi país. Yo nunca quise irme de Venezuela. Yo tuve la suerte de tener una carrera distinta. Yo tuve la suerte de poder trabajar en los Estados Unidos, de poder trabajar en América Latina, de poder trabajar en Europa sin mudarme del país. Yo no me mudé de Venezuela. Yo no pude regresar a mi país por mi posición política frente al régimen”, explicó el actor sobre el sentimiento de desarraigo.

“El desarraigo duele mucho. Nadie se quiere de su país, quieres salir a ver el mundo, porque tienes curiosidad, porque quieres aprender, porque quieres tener otras experiencias y regresar y contarlas, pero el inmigrante no quiere irse de su país, cuando tienes que irte porque ya no existe un lugar para ti, duele, porque no puedes sobrevivir ni moralmente, ni intelectualmente, ni económicamente, porque tu país te está expulsando”, agregó.
La película se filmó en México y contó con el respaldo de Redrum, la compañía mexicana de Stacy Perskie, responsable de títulos como Bardo y Pedro Páramo. Natalia Reyes destacó la solidaridad que encontró el equipo en este país, “no la hubiéramos podido hacer en Venezuela. México nos abrió las puertas, no solo con un equipo técnico increíble, sino con un corazón enorme. Sentimos el calor y las lágrimas del público en Morelia”.
Previo a la proyección de la cinta en el Festival Internacional de Cine de Morelia se proyectó un video enviado por María Corina Machado, recién galardonada con el Premio Nobel de la Paz 2025, quien dedicó el reconocimiento a la resistencia venezolana, “ojalá pudiera decirte que es una dirigente política, pero es una perseguida política que está en la clandestinidad, liderando una lucha por recobrar la libertad y la justicia en Venezuela”, dijo Ramírez.
CST