Andrés Manuel López Obrador estuvo en su tierra, con su gente. Arropado por quienes lo conocen desde que comenzó su carrera política, quienes lo siguen desde que inició su primera campaña por la Presidencia hace más de 12 años. Otros, incluso desde antes.
Cientos lo siguen, lo quieren. Y él les corresponde. Los apoya, los anima, les sonríe, les agradece, les promete a todos... menos a uno: el precandidato incómodo.
Desde que arribó a Tabasco, el 24 de diciembre, dijo que lo hacía para aprovechar el arranque de la precampaña de Adán Augusto López Hernández, “quien fue electo por unidad, porque era nuestro representante de Morena en el estado, y fue elegido como el bueno”, dijo antes de abordar el avión que lo llevaría a su tierra.
Pero la Navidad le trajo una sorpresa. Un morenista no estuvo conforme con la selección y rompió el protocolo. Se inscribió como precandidato y decidió contender en el proceso interno que, se supone, debería realizar su partido.
Su nombre es Tomás Fernández. Un hombre que, parece, le ha aprendido al fundador de Morena lo aguerrido. Pues pese a los desprecios de su líder, no desiste.
Se apareció en cada uno de los eventos, colándose entre los invitados del presídium sin ser mencionado, sin ser ovacionado. Dos días y varios eventos después, López Obrador reviró “y aquí está también Tomás, se los presento. Es otro precandidato… para que no me regañen los del INE que nada más Adán Augusto”, mencionó después de haber paseado a su gallo de la mano por el escenario y de presentarlo como ‘el precandidato’, el único, su elegido.
Tomás desentona. Pero no se desanima.
El miércoles se dedicó a observar. Analizaba al par de precandidatos con los que no hace equipo. Ellos visten igual: guayabera blanca, pantalón caqui y zapatos cafés. A Tomás nadie le avisó del uniforme. Él va de pantalón de mezclilla, camisa de rayas y con sus lentes que no hacen juego.
El jueves se preparó. Llegó temprano, con el atuendo indicado: guayabera blanca, pantalón caqui y zapatos cafés, hasta los lentes se quitó. Pero falló. Ayer se vistieron de blanco con azul.
Pero ahí sigue, aunque no aparezca en las pancartas con el tres veces candidato presidencial, aunque los presentadores se equivoquen en su nombre, aunque nadie lo ovacione, aunque su líder no lo apruebe.
La historia de Adán Augusto es lo contrario. No es más carismático, no es más querido, ni siquiera se esfuerza por sonreír. Copia a medias los chistes de su padrino político y a nadie le saca una carcajada. En estos cuatro días no dio una sola propuesta para los tabasqueños, pero no lo necesita. Camina de la mano del fundador de Morena y viaja en su comitiva. No necesita esforzarse más.
Pareciera que al final de la gira Tomás entendió el mensaje, no tiene ni tendrá el apoyo que necesita. El único que debe tener.
“Más allá de cualquier cosa, Tomás es una persona buena, íntegra y merece toda nuestra admiración”, le dijo López Obrador ya en su último evento, no sin antes insinuar que el mensaje no era por gusto, sino “porque luego me regañan los del INE”.
López Obrador se despidió de su tierra, de su gente. De los lugares que ha visto exactamente igual que desde que era niño. Con la misma pobreza, con la misma hambre, con las mismas necesidades.
Por eso lo quieren, porque les promete una realidad distinta, porque denosta a los que tanto han prometido y en nada les han cumplido.
Se fue asegurándoles que volverá con buenas noticias, que si gana la contienda del 2018, Tabasco y los estados del sur serán una prioridad para su gobierno, y que además, condonará los adeudos históricos de los que se mantienen en resistencia civil y que habrá precios justos en el servicio de electricidad.
Sus paisanos hacen vallas por cuadras enteras, para despedirse, para tocarle la mano. Unos casi son arrollados pero no importa “me puse hasta adelante y le toqué la mano”, son las frases que se quedan con orgullo las mujeres tabasqueñas.
López Obrador se fue de su estado con abrazos, con regalos, con flores, con limpias para las buenas vibras, con esperanza, con decenas de peticiones… con la promesa de esta vez, sí lograr ser Presidente de México.
JASR