Cuando el ensayo de casi cuatro horas abre un espacio para el descanso, Sergio Arellano, el saxofonista de siete años que lleva apenas dos meses de tocar en esta orquesta, sale disparado a tomar agua de la llave; juega a mojar a sus compañeros y de inmediato vuelve a su silla, frente al atril donde están sus partituras. El pequeño lee, relee, toca y después limpia su instrumento y conversa de música con su compañera de lugar.
En términos generales así transcurren los días, de lunes a viernes, entre las 15:00 horas y las 19:00, cuando se llevan a cabo los ensayos de la Orquesta Comunitaria en Cuernavaca, la que forma parte del Sistema Sonemos, programa creado hace tres años por el compositor Arturo Márquez y su esposa, Laura Calderón.
Este programa atiende a casi 300 niños de entre 7 y 17 años de edad, tanto en la orquesta como en la Banda Comunitaria Armonía Tepozteca y en el Coro Comunitario Sonemos, conformado por 45 niñas de entre 13 y 16 años de edad que en la semana viven en el Internado Palmira.
La profesora Rosario Mena Calderón comenta que en el coro las menores han fortalecido su autoestima y “han mostrado un cambio: están más relacionadas socialmente con sus compañeras para apoyarse mutuamente, lo que ha sido muy valioso por su condición”.
Una parte de estas niñas proviene de diferentes partes de la República; son rescatadas de experiencias de violencia, lo que es importante: “Hemos visto cómo al ponerles obras de música clásica se van transformando. Diría que hasta les va dando una bienvenida a una vida mejor”, dice Márquez.
SENSIBILIZACIÓN
Después del 31 de diciembre de 2009 la vida del compositor sonorense Arturo Márquez pudo oscilar entre el descanso, la creación y el disfrute de las delicias de la fama. Fue un reconocimiento mundial por una trayectoria de más de 50 años como compositor, de tal magnitud que el Festival Internacional de Música, en Caracas, Venezuela, lleva su nombre, así como el Concurso de composición para orquesta de cámara, de México.
Por aquellos días conoció el Programa de Red de Escuelas de Música, creado en 1998 para combatir los altos índices de violencia de Medellín, Colombia. Ello se sumó a su compromiso personal, “que es muy fuerte, como una especie de posición ideológica, presente desde hace muchos años en mi trabajo, y que consiste en que mi quehacer como compositor debe tener una labor social”.
Así fue como se creó, en 2013, el Sistema Sonemos que, al principio contó únicamente con recursos de Márquez y Calderón, y algunos provenientes de la Casa de Cultura en Tepoztlán, Morelos. Después la iniciativa se sumó al Movimiento Nacional de Agrupaciones Musicales Comunitarias, adscrito al programa nacional Cultura para la Armonía, de la Secretaría de Cultura, coordinado por el Sistema Nacional de Fomento Musical y la Dirección General de Culturas Populares.
El enfoque está en el trabajo comunitario y en la sensibilización por lo que ocurre en la comunidad y en el entorno de estos menores, además de enaltecer los valores universales.
Orgulloso de los infantes, como lo estaría un abuelo, según él mismo asume, Márquez sonríe cuando los escucha tocar porque las horas; así, los días que él ha invertido en ir a Ciudad de México al tianguis de instrumentos en Tasqueña, así como las tardes que dedica a escucharlos, corregirlos y platicarles de música y la vida cotidiana, cada vez rinden mejores frutos.
“No puedo asegurarlo, pero seguramente si no hubiera este programa muchos de estos niños estarían en otras cosas. Estamos convencidos de que la música los hace felices, pero la felicidad entendida de que no es nada más esta cuestión de que todo está bien. No, porque finalmente el arte tiene muchos cauces: puede ser triste, violento, amoroso o amable, es una expresión muy amplia. Es encontrar la felicidad por medio de que se encuentren ellos mismos, y al hacerlo podemos tener la seguridad de que van a ser adultos mejores”, dice Márquez.
El método que se aplica es que todos tocan, aunque al principio sean solo 2 notas; no hay edad ni examen de admisión, solo se requieren las ganas de tocar. Además, se cuenta con un maestro para cada instrumento.
Concluye Sergio Suárez, director de la orquesta: “Porque aquí la música no es el fin, es el medio para llegar a un fin, que en este caso es la reconstrucción del tejido social en México”.