El prototipo del arqueólogo encarnado por Indiana Jones con sus interminables y excitantes aventuras, particularmente en aquella imagen de En busca del arca perdida donde va corriendo delante de una bola que está a punto de aplastarlo, podría de algún modo ilustrar la intensa vida de los arqueólogos mexicanos que, aun viviendo literalmente sobre el tesoro arqueológico que es todo el territorio mexicano, tienen que bregar a contracorriente para realizar su trabajo de la mejor manera.
No se trata de una caricatura. La trayectoria de Sergio Gómez, actual encargado de la conservación de La pirámide de la serpiente emplumada en Teotihuacán así como del túnel que descubrió por debajo de ella y que ha explorado durante siete años para el proyecto llamado Tlalocan. Camino bajo la tierra, muestra los matices de un arqueólogo de película:
Lo mismo transporta cinco maletas repletas con reportes de su trabajo, que viaja a China para recibir el Premio de Arqueología de Shanghái con el que se distinguió a 21 personas de todo el mundo, incluidos dos mexicanos más, por las mejores aportaciones arqueológicas de 2015.
Estudió psicología pero, en sexto semestre, a los 19 años que tenía en 1980 obtuvo un empleo que cambió completamente sus expectativas: el Banco de datos de donde obtenía información para otros arqueólogos. Así fue como dejó estos estudios en la UNAM y cursó en la Escuela Nacional de Antropología e Historia la carrera de arqueología de 1981 a 1986. Y, en 1987 ingresó formalmente a la plantilla de investigadores del INAH, desde donde ha dirigido varios proyectos de investigación. Además ha publicado alrededor de 100 artículos en México y el extranjero, ha dictado conferencias en Japón, Dinamarca y universidades como Harvard y La Sorbona.
El túnel
Después de dos días de intensa lluvia, la mañana del 2 de octubre de 2003 se hizo un agujero en la zona de trabajo de Sergio Gómez. Se encontraba realizando el desazolve de los drenajes prehispánicos para evitar mayores daños a la pirámide de la Serpiente emplumada en La Ciudadela de Teotihuacán.
Este proyecto de investigación que ahora se llama Tlalocan. Camino bajo la tierra lleva 7 años de investigación, en los cuales se han retirado mil toneladas de tierra y piedra y, se han recuperado innumerables objetos, “por ejemplo —describe el arqueólogo— fragmentos de piel posiblemente humana, alas de escarabajos, las esculturas que son la parte más importante de la ofrenda principal, miles de objetos de jade importado desde Guatemala, caracoles grabados con diseños mayas; es decir que allá los grabaron y los trajeron para ser depositados acá.
“Encontramos pelotas de hule, más de una docena de ellas, nunca se habían localizado más que en El Manatí (Veracruz), así como mercurio líquido…”.
De acuerdo con la experiencia de Gómez Chávez y basado en las hipótesis de su proyecto de investigación —que hasta ahora ha costado 30 millones de pesos— se entenderán mejor aspectos de la ideología y de la cosmovisión de los antiguos pueblos mesoamericanos, ya no de Teotihuacán sino de Mesoamérica.
En su opinión cambiarán algunas de las premisas planteadas en los años 50 o 60 del siglo pasado. Por ejemplo: “una de las eminencias de la arqueología, el doctor René Milo, planteó que la ciudad de Teotihuacán había crecido de Norte a sur, de la Pirámide de la Luna hacia La ciudadela. “Tenemos evidencias —señala el especialista— de que ya existía un antiguo santuario donde más tarde se construiría La Ciudadela. Otra es que Teotihuacán fue construida aquí por la abundancia del tezontle como material de construcción. En realidad sus primeras construcciones son con tepetate, el tezontle fue un descubrimiento posterior.
“Otra más es que siempre se ha hablado de una orientación de Teotihuacán en 15 grados 17 minutos al este del norte. Pues no, las primeras construcciones tienen una orientación diferente, con tres grados más. Creemos que esta decisión fue producto de una observación y tuvieron que corregir la alineación de los monumentos para que toda la ciudad funcionara como lo que se plantea, como una especie de marcador solar”.
La otra lucha
Gómez dice que el mundo de la arqueología es muy complejo. Pocos son los casos como los del otrora arqueólogo Román Piña Chan, que “cuando fuimos a trabajar con él a Campeche, nos recibía a sus alumnos con reservaciones de hotel, nos pagaba viáticos y hasta nos llevaba al cine. Nos procuraba no como estudiantes sino como sus hijos. Fue un maestro generoso que un día ante las quejas por el hotel, nos dijo ´dejen ese lugar y aquí están las llaves de mi casa´”, rememora el arqueólogo.
Pero estas son las excepciones en una institución como el INAH, donde colegas suyos literalmente apostaron que Gómez fracasaba en sus recientes incursiones. Además un funcionario, ahora ex director de la zona arqueológica de Teotihuacán, se negó a apoyarlo en el rescate de la Pirámide de la Serpiente Emplumada y también Luciano Cedillo, cuando fue nombrado fue nombrado director del INAH, ordenó en 2005 tapar la excavación que Gómez había iniciado en 2003 y, por una decisión personal, dio instrucciones de cancelar todo el proyecto”, explica Sergio Gómez. Durante la administración de Sergio Raúl Arroyo el Consejo de Arqueología había aprobado su proyecto Tlalocan, pero con la llegada de Cedillo en 2005, el mismo Consejo le canceló el proyecto que le había autorizado y se lo rechazó año con año hasta 2009.
“Había instrucciones de bloquearme todo, ordenó que se me fincara una responsabilidad administrativa. Tras el pesado papeleo y la explicación ellos entendieron que había otra causa por la cual se me quería fincar una responsabilidad. Mucha gente que me dijo después, Luciano quería joderte”, apunta.
México cuenta con una impresionante riqueza en recursos arqueológicos, “el INAH tiene registrado más de 20 mil sitios arqueológicos, pero hay muchísimos más que ni siquiera sabemos que existen. Desafortunadamente la política del estado mexicano no está encaminada a impulsar el trabajo arqueológico”.
Otras satisfacciones
“Un día en 2014 estaba aquí trabajando y de pronto me dicen: ‘Te hablan allá arriba, es un profesor que le urge hablar contigo’. Subí, se presentó un profesor de Ocoayocac, Guerrero, una de las comunidades más pobres. Me dijo que sus alumnos de siete u ocho años me traían un regalo. Eran cartas que habían escrito con su puño y letra, me dibujaban porque el profesor les había platicado del túnel. Las cartas decían tenga mucho cuidado no se vaya a derrumbar, cuando termine la exploración invítenos… había una que juro que me hizo llorar: ‘me he portado mal, mis papás no tienen dinero y no sé si me dejen ir a la excursión, de todas maneras le mando esta carta para felicitarlo y desearle mucha suerte’”.
Sin embargo ese niño sí participó de la excursión y Sergio Gómez conserva las cartas como uno de sus tesoros más preciados.
Con todo y que Gómez se considera un hombre afortunado por hacer algo que le satisface, considera que el salario no es suficiente. A todo ello se suma la gestoría por los recursos y la lucha política que es necesaria para conseguir aprobación de proyectos, “hacemos labor política, difusión, administración y a veces fungimos como administradores, arquitectos, restauradores etc.”, dice.
Por todo ello, además de una buena administración y una política eficiente, Gómez opina que el INAH requiere un replanteamiento profundo: “Cuando yo llegué a trabajar a Teotihuacán había cinco personas administrando y controlando toda la zona arqueológica y alrededor de 170 trabajadores administrativos técnicos y manuales. Hoy hay 120 trabajadores y 50 administrativos.
“En la administración central del INAH hay cerca de 4 mil administrativos frente a los 850 investigadores. Es evidente que eso está desproporcionado”.
Siguiente paso
Para este 2017 concluirán las pequeñas excavaciones aledañas a la investigación, entre enero y abril se harán los estudios de los materiales y se afinará el volumen donde se presentarán los resultados de las excavaciones. Esto es posible porque ahora se cuenta con el apoyo del actual director del INAH Diego Prieto y bajo cuya gestión un equipo interdisciplinario estudia la mejor manera de construir una techumbre para proteger el templo.