En México bárbaro, John Kenneth Turner afirma que los panegiristas de Porfirio Díaz pueden referirse “a su capacidad intelectual, pero no se atreven a decir nada de su cultura”. El periodista sostiene que al “idear métodos y procedimientos para reforzar su poder personal su inteligencia ha llegado a la altura del genio; pero poco o nada tiene de refinamiento y cultura”.
Aunque el dictador no destacó por su cultura, supo rodearse de gente que influyó en que el arte tuviera una presencia notoria en su régimen, especialmente la arquitectura y la música, que entonces se llamaba de salón, de la que hoy nos ocupamos en ocasión del centenario de su muerte.
La pianista e investigadora Silvia Navarrete, quien tiene preparado un recital con obras de esa época —que no se ha concretado por razones presupuestales—, dice en entrevista que esa tendencia viene desde antes: “Viene desde el Segundo Imperio, en el que se establece de alguna forma la música de salón —todavía no había salas de concierto—” y se continúa con “Juárez, quien promueve la creación de las escuelas gratuitas y lo que luego sería el Conservatorio Nacional de Música”.
Durante su régimen, el general pone atención en los músicos porque ya son parte de la vida social, agrega la autora del libro-disco México entre dos amaneceres, que incluye obras musicales que van de la Independencia hasta la Revolución. “Aunque es gente como Justo Sierra, secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, quien hace esta labor. Por ejemplo, se envía a algunos músicos a estudiar al extranjero y se les impulsa a componer”.
La pianista refiere que, “con esta idea europeizante de la cultura, sobre todo la francesa”, el régimen “apoyó a los grandes talentos de la música para que pudieran consolidarse. Los favorece no solo desde un punto de vista banal, pues creo que sí tenía conciencia de que esto ayudaba a tener una identidad musical en el país. Hay una pléyade de compositores que se vieron favorecidos, sobre todo por la élite que organizaba fiestas y tertulias y les pagaba para que compusieran. Esto ayuda a que la música de salón florezca y se empiecen a dar los primeros pasos dentro del nacionalismo musical mexicano”.
Entre los compositores destaca Felipe Villanueva, “un indígena puro que tuvo acceso a estos salones a través de su música, como fue también el caso de Juventino Rosas, autor de ‘Sobre las olas’. Ricardo Castro es enviado a Europa durante dos años para visitar todos los conservatorios para luego instituir un plan de estudios en el Conservatorio (desgraciadamente es nombrado director de la institución, pero muere antes de un año)”.
Habla también sobre el catalán Luis G. Jordá, “quien gana un concurso de composición con una obra sinfónica para los festejos del centenario de la Independencia, donde participó con seudónimo. Lo curioso es que el concurso lo ganó un catalán, igual que antes había ocurrido con Jaime Nunó con el Himno Nacional Mexicano”.
Con la Revolución todo se paralizó porque la situación social era tremenda, lo que es entendible, finaliza Navarrete. “Lo lamentable es lo que sucedió después: que durante muchos años se haya anatemizado toda esta música de final de siglo XIX. Estuvo proscrita y guardada en bibliotecas, porque se le veía como música de la burguesía o, como decían los revolucionarios, de los rotos, cuando muchos de estos compositores no tenían nada que ver con cuestiones de clase”.
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Compositores devuelven favores
En agradecimiento por favores recibidos, los compositores escribieron obras sinfónicas, piezas para piano y muchas marchas dedicadas a Porfirio Díaz, indica Silvia Navarrete. “Pero eso ocurría desde que participó en las batallas contra la Intervención Francesa. Desde entonces se empezaron a escribir muchas obras para banda que lo destacaban como patriota y guerrero. Son muchos años de vida política activa en la que se le dedica mucha música”.
La especialista asegura que la obra más conocida es “Carmen”, vals que Juventino Rosas dedicó a la esposa de Díaz, Carmen Romero Rubio. “Sin embargo, para mi punto de vista, la obra más importante es la transcripción de concierto del Himno Nacional Mexicano por Ricardo Castro, la cual dedica al presidente. También destaca el caso de la compositora María Garfias, quien escribió obras para el personaje desde su triunfo en Puebla, como el vals ‘El triunfo de la libertad’ y ‘Marcha guerrera’. También escribe ‘Sé feliz’, una danza para su hijo, Porfirio Díaz Ortega”.
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