Una de las polémicas que se dan en varios países ante la posibilidad de renovación del teatro para jóvenes audiencias suele centrar sus baterías en torno a lo que es propio o no tratar en las obras. En México la dramaturgia para niños (y la dirección, la actuación y la producción) dio un vuelco hace casi dos décadas, dejando atrás de manera paulatina la visión de que el teatro para tales públicos debía ser didáctico, moralizador o bien dar a sus receptores un trato de subnormales.
Los saltos mortales que dio la escritura teatral para niños implicó asumir que todos los temas eran susceptibles de subirse a un escenario. Así, desde el divorcio de los padres, la adicción de alguno de ellos y la pérdida de un ser querido hasta el abuso sexual o la homosexualidad vista sin ningún componente fóbico, el teatro para niños transita hoy en nuestro país como una de las expresiones escénicamente más vanguardistas. Y podemos ir aún más lejos —con conocimiento de causa— al decir que el teatro mexicano para niños es puntero en lengua castellana.
Hablar de la desaparición forzada y del desplazamiento de personas por la violencia parecería de esos temas no aptos para jóvenes públicos. Los prejuicios adultos lo indicarían. Pero Micaela Gramajo y Daniela Arroio nos demuestran lo contrario en Cosas pequeñas y extraordinarias, texto de su autoría que, además, dirigen y, por si fuera poco, actúan al lado de Mario Eduardo de León y Sergio Solís. En una ciudad donde el ejercicio del periodismo se ha vuelto una de las profesiones más peligrosas del mundo (podría ser perfectamente Veracruz, lo cual da una pertinencia brutal a este trabajo), los papás de Emma deciden abandonar su casa, su trabajo, su ciudad y su país para dar seguridad a su pequeña. El tío de Emma, fotorreportero del mismo periódico donde trabajaban sus papás, ha desaparecido. Emma no entiende muy bien las cosas: por qué su tío simplemente no aparece, por qué tienen que abandonarlo todo o por qué no puede cargar con su museo de cosas pequeñas y extraordinarias. La abuela ha quedado atrás, buscando a su hijo desaparecido, y será ella la que la ancle en su país originario. El desplazamiento forzado es un largo proceso que se vive mal, con tristeza y rabia, hasta que Emma hace amigos, aprende la nueva lengua de su país adoptivo y emprende un nuevo museo.
Sugerido para un público a partir de siete años, Cosas pequeñas y extraordinarias es de esos trabajos teatrales que puede ser comprendido y disfrutado por públicos de distintas edades en capas de significado. No pueden perdérselo.
Teatro El Galeón, Centro Cultural del Bosque, atrás del Auditorio Nacional, sábados y domingos, 13:00.