Desde este martes, los pasillos de la estación Bellas Artes del Metro de la Ciudad de México están plagados de palabrotas. Se trata de EMPATÍA, una intervención al espacio que realizó la artista estadunidense Barbara Kruger, quien por primera vez muestra su trabajo en México.
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No es la primera vez que Kruger se adueña del espacio público. Times Square de Nueva York, el Metro de Londres, las estaciones de autobús en San Francisco y las estaciones de trenes de Francia se han convertido en su lienzo.
Kruger es una desertora por definición. Originaria de Nueva Jersey, abandonó su primera aventura académica luego de cursar un año en la Universidad de Siracusa. La habían impresionado más los encuentros de poesía y escritura que frecuentó ahí.
Se mudó a Nueva York para estudiar en la Parsons School of Design, la cual abandonó un año más tarde. No obstante, su condición de fugitiva unversitaria no le impidió obtener un puesto como diseñadora en la revista Mademoiselle. Su talento para configurar imágenes y tipografías era tal que no pasó mucho tiempo para que fuera ascendida a jefa de diseño. [OBJECT]
También fue directora de arte, editora de fotografía y diseñadora gráfica de varias revistas: la británica House and Garden y la neoyorquina Aperture.
Su trayectoria resume por qué el trabajo que le ha valido el reconocimiento internacional está abarrotado de tipografías, palabras y conceptos.
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— Barbara Kruger (@kruger_art) 7 de julio de 2016
Un arte activista
Sus primeros trabajos ya manifestaban un activismo contundente. Buscaba promover el espíritu feminista —que había adquirido particular fuerza por aquellos años— a través de los símbolos artesanales: lentejuelas, plumas, cintas tejidas.
Encontró el éxito de manera precoz: participó en la Bienal de Whitney en 1973 y logró un par de exhibiciones en galerías de Nueva York. Pero su arte comenzaba a competir con su conciencia sobre los asuntos políticos y sociales.
Consciente de que aquella se convertiría en una lucha inagotable, recordó su tendencia al escapismo: abandonó la creación artística y se mudó a Berkeley para enseñar en la Universidad de California.
Cuatro años más tarde asumió la fotografía como su nuevo estandarte. En 1977 produjo una serie de imágenes en blanco y negro en las que retrató la intimidad de la arquitectura.
El nuevo pasatiempo le duró poco. En 1979 ya había dejado de captar instantes con su propia cámara para recurrir a imágenes que encontraba en sus excursiones al universo de lo visible. Fue entonces cuando comenzó la experimentación con las palabras.
Aquella simbiosis de texto e imagen se convertiría en su estilo absoluto. Con él se propuso hacer críticas —incluso provocaciones— políticas, sociales y, sobre todo, feministas.
La era de la intervención ocurrió hasta los noventa, cuando empezó a experimentar con instalaciones públicas —en edificios, estaciones de tren, parques, autobuses.
Con los años, Barbara Kruger ha entendido su propia obra como una forma particular de la creación: “Soy una artista que trabaja con imágenes y palabras —se define—, creo que lo que intento es crear momentos de reconocimiento”.
EMPATÍA se puede apreciar en los muros del pasillo que conecta las estaciones Bellas Artes, Líneas 2 y 8 del Metro.

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