Literatura y abuso sexual infantil

QrR

Grupo editorial diverso que abarca diferentes temas y formatos. La calidad periodística y la diversidad de contenidos son aspectos que definen a las editoriales de Milenio.

EL SEXÓDROMO


Verónica Maza Bustamante

elsexodromo@hotmail.com

@draverotika

FB: La Doctora Verótika


"INSTRUMENTAL"

James Rhodes

Son directas. Son duras. No hacen concesiones. Encierran la belleza de un alma frágil que encuentra un motivo para no dejarse caer del todo. Las “Memorias de música, medicina y locura” de James Rhodes, uno de los más eminentes concertistas de piano de la actualidad y renovador de la música clásica, son un exorcismo para él pero también una cachetada de esas que te obligan a ver la realidad, que te sacuden y luego te abrazan, para el lector y la lectora.

Fue catalogado como el libro del año en 2016 por críticos, escritores y editores, aunque se hizo famoso inicialmente por el escándalo legal que generó: la ex esposa del autor intentó prohibir su distribución, argumentando que era demasiado vívido en sus descripciones y empleaba un léxico que podría dañar al hijo de ambos. Sin embargo, el Tribunal Supremo de Reino Unido votó a favor de Rhodes y el libro pudo ver la luz (en español lo edita Blackie Books).

Pero más allá de este chisme morboso está su utilidad para otras personas —hombres y mujeres— que han sufrido de violencia sexual a corta edad (o siendo adultos, que el dolor, aunque diferente, es también intenso). Lo creo necesario para quienes trabajan con sobrevivientes de abuso sexual infantil (ASI) y buscan procesos de recuperación y resiliencia. A la vez, creo que debería ser una lectura básica para padres y madres que deseen evitar este tipo de situaciones porque, ¿saben?, los monstruos son reales y están en las escuelas, en las casas, en las calles.

Instrumental es, entonces, un libro útil y a la vez hermoso, incluso en medio del temblor que provoca. Lo sé porque he conocido a varias personas que han sufrido estos abusos en su infancia. Uno de ellos, en particular, muy cercano a mí, a quien no supe entender ni ayudar del todo en su momento, porque éramos jóvenes y yo no tenía las herramientas que ahora tengo para entender la vida y navegar en ella. Leyendo estas memorias comprendí muchas cosas que no había visto ni entendido, en parte por desconocimiento, en parte porque no quería pensar en ello. Cada página me dejó deshecha (incluso tuve que pausar un par de semanas su lectura) pero, a la vez, se convirtió en el confidente que me explicó todas las aristas de la situación, aquellos males que durante toda la vida, sin tregua, sin descanso, sin compasión, genera este acto que, como dice Rhodes, no debería llamarse abuso: “ Menuda palabra. Violación es mejor. Abusar es tratar mal a alguien. Que un hombre de 40 años le meta le polla por el culo y a la fuerza a un niño de seis años no se puede considerar abuso. Es una violación con ensañamiento, que provoca múltiples operaciones, cicatrices (internas y externas), tics, trastorno obsesivo-compulsivo, depresión, ideas suicidas, enérgicos episodios de autolesiones, alcoholismo, drogadicción, los complejos sexuales más chungos, confusión de género, paranoia, desconfianza, una tendencia compulsiva a mentir, desórdenes alimenticios, síndrome de estrés postraumático, trastorno disociativo de la personalidad, etcétera, etcétera, etcétera”.

“En última instancia, el motivo por el que siento tanta rabia es que sé que no hay nada ni nadie en este mundo que pueda ayudarme a superar esto del todo. Ni familiares, ni mujeres, ni novias, ni psicólogos, ni iPads, ni pastillas, ni amigos. Las violaciones infantiles son el Everest de los traumas. ¿Cómo no iban a serlo?”.

El viaje de Rhodes es así: una bola de nieve que cae de una enorme montaña llevando a los lectores de una desgracia a otra, pero cuando pensamos que es como aquellos crueles cuentos infantiles de Andersen, recordamos que no, que éstas son unas memorias y es la realidad. La cruda y espantosa realidad. No obstante, James guarda en sí, aún, un pedazo de bondad, de humanidad. La música se lo regaló. Particularmente Bach. Luego muchos compositores más. Y eso lo salvó... hasta ahora.

Se le agradece que a la par del horror de sus recuerdos ofrezca al lector una mirada al mundo actual de la música clásica, inmersa en una “degradación descafeinada e interesada”. Además, nos da indicaciones en cada capítulo sobre discos que podríamos escuchar y una historia sobre los mismos. Este doble juego enriquece la obra, la lleva a niveles más allá de lo anecdótico e introduce al lector en un recorrido en donde siempre hay una luz convertida en nota musical que, al final, nos hace querer abrazar a ese chiquillo disfrazado de hombre con cabello largo, lentes de pasta dura y ojos de cachorrito abandonado. Arropar a todos aquellos que han pasado por esto y fantasear con que un día caigan exterminados todos los y las pederastas del mundo.


"EL MONSTRUO PENTÁPODO"

Liliana Blum

A Liliana Blum, escritora mexicana, le resulta fascinante hablar de aquellos personajes rechazados, extraños, incomprendidos, pero también de los que parecen personas comunes y corrientes (como tu vecino, mi compañero de trabajo, su tío) pero que, en realidad, son seres capaces de hacer atrocidades. Uno de ellos es Raymundo Betancourt, un ciudadano modelo, responsable, comprometido con su entorno, trabajador que, sin embargo, tiene, como dice la contraportada de esta novela publicada por Tusquets Editores, “ dos sencillos placeres cotidianos: los chicles de canela y las niñas que mantiene secuestradas en su sótano”.

La historia se plantea desde la óptica de tres personajes: el pedófilo, una mujer enana que se enamora de él (siendo, a la vez, una suerte de niña disfrazada de adulta en su imaginario) y se vuelve su irreflexiva cómplice, y la pequeña Cinthia, quien a la edad de cinco años es secuestrada por Raymundo —con una facilidad que dejará helada a toda madre que lea la novela—, quien la encierra en el sótano de su casa, adaptado a manera de casa de muñecas para que “se sienta a gusto”, y de quién abusa durante un año.

A diferencia de las memorias de Rhodes, con final abierto, esta ficción resulta una historia redonda, con una conclusión que se va previendo (la autora lo lleva así a propósito) pero no por ello deja de ser efectiva. Sus personajes están bien construidos. A pesar de sus características no caen en la caricatura ni en el absurdo. Recuerdan más bien a esos hombres y mujeres que han hecho cosas semejantes en la vida real.

En El monstruo pentápodo hay buena pluma. También unas cuantas advertencias para padres y madres: el horror está allá afuera. Los malos se ubican entre nosotros. Y no, Humbert Humbert no era ni un romántico ni un enamorado, aunque la escritura de Nabokov sea tan precisa que nos lleve a sentir empatía por él. Lolita no es un arquetipo del deseo. Es una niña como Cinthia, como muchas otras que se han convertido en muñecas de trapo. Por eso, le agradezco a Liliana Blum que, sin autocensuras inútiles, nos haya abierto el sótano de este monstruo pentápodo que habita en todo el mundo, a manera de advertencia con múltiples destinatarios.

Google news logo
Síguenos en
Editoriales
  • Editoriales
  • Grupo editorial diverso que abarca diferentes temas y formatos. La calidad periodística y la diversidad de contenidos son aspectos que definen a las editoriales de Milenio.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
MILENIO DIARIO es independiente en su línea de pensamiento y no acepta necesariamente como suyas las ideas de artículos firmados